El reciente libro de Luis del Pino, de recomendable lectura, quiere ser un libro de reacción, de lucha frente a la deriva "totalitaria" en la que estaría entrando "Occidente" por culpa de unas oligarquías políticas y financieras que buscarían una suerte de gobierno mundial no democrático (de ahí lo de "dictadura" del título) con la posibilidad de controlar, tecnologías mediante, la totalidad de la vida de los gobernados (de ahí lo de "infinita").
Es un libro de cierto tono pesimista, pero que en realidad busca ser un revulsivo, y en este sentido es optimista.
El libro tiene varias partes. La metodología de la primera parte consiste en analizar la decadencia de la República romana (desde los Gracos a Julio César). Del Pino encuentra en este sugerente capítulo que el populismo de los Gracos y el desgaste de las instituciones romanas serían algunas claves de la caída de la República. El libro contiene alguna imprecisión. Por ejemplo, en la página 49 habla de la primera dictadura romana en el año 88 a. C., o en la página 60 se dice que los tribunos de la plebe vetaban las iniciativas de los otros tribunos, cuando en realidad sabemos que el derecho de veto (intercessio) de usaba sobre todo, y desde mucho antes, para vetar iniciativas del Senado.
El paralelismo con la actualidad viene de que, ahora, hay ciertos populismos que minan las instituciones democráticas (basta ver el actual gobierno español) y que, de seguir por ese camino, podemos caer, sin darnos cuenta, en un cambio de régimen, o en una espiral de violencia que puede desembocar en un gobierno totalitario. La Historia no se repite, ¿O los errores sí?
En la segunda parte, Del Pino estudia algunas de las filosofías de la Historia más conocidas (se echan de menos algunas líneas sobre Hegel). Habla de Spengler (La decadencia de Occidente), según el cual todas las sociedades actúan como organismos con distintas fases ineludibles. También dedica espacio a Toynbee, que es menos fatalista que Spengler, pero demasiado ingenuo en su idea de un gobierno o democracia mundial.
Para Del Pino, y aquí está la clave filosófica del libro, no hay Finalidad ni, por tanto, Fatalismo en la Historia. Esta tesis me parece la más meritoria del libro, y que va no solo contra filosofías de la Historia como la de Hegel, Marx o Spengler, sino también frente a los esquemas progresistas en general, o frente a los decadentistas. También frente al modo de entender la Historia de los milenarismos o las religiones del libro, que consideran que al final de la Historia está la salvación. Frente a estas filosofías de la Historia, Luis del Pino encuentra la tesis clave para poder entender material y causalmente la Historia, y es negar que la Historia tenga un Fin, una Dirección, un Propósito. Esta tesis sería perfectamente respaldada por un Spinoza o un Gustavo Bueno.
Lo que es más discutible es su visión de la geopolítica mundial. El sueño de Del Pino es, parece, un mundo de Estados democráticos y soberanos, donde se respeten las soberanías relativas de los Estados, y donde las dictaduras sean borradas del mapa. Bastaría el ejemplo de la URSS: si se aíslan, al final las dictaduras caen. Es lo que propone para frenar la dictadura china (merecen la pena ser leídas las páginas sobre los uigures). Pero quizá peca de algo de ingenuidad aquí Don Luis: hay muchas dictaduras que llevan aisladas décadas y que no terminan de caer. Además, China está tejiendo relaciones económicas con tal cantidad de países que parece un poco ingenuo hablar de poder aislar a China del mismo modo que se aisló la URSS. Encima, como reconoce Don Luis, China ha aprendido bien de los errores de otros regímenes pasados.
Por último, se olvida un poco la perspectiva geopolítica Anglo-liberal. La estrategia en política exterior de los anglosajones se basa en el equilibrio inestable de potencias en el que ellos tengan la hegemonía. Antaño, en el siglo XIX fue la ruptura de Hispanoamérica. En el XX, desde Mackinder, es el típico divide et impera, ahora aplicado a evitar cierta unidad política o estratégica de Eurasia. Parece ya claro que lo que busca USA es romper en tres partes Eurasia: cortar las relaciones de Rusia con Alemania (la UE) por una parte, y contener a China por otra (a través de alianzas con el Quad, India, Japón, Australia).
No sabemos lo que sucederá, es imposible de prever, por principio. Puede ser que Rusia y China se unan estratégicamente y salga de ahí una potencia mayor que la de la plataforma anglosajona.
La ética, en estos casos, queda neutralizada a otra escala.
En este sentido, queda un poco desfasada esa ilusión de unos Estados soberanos y democráticos, que no es otra cosa que una ficción jurídica, porque las intervenciones e interacciones entre Estados son la norma. Unos Estados influyen, de hecho, sobre otros, y la soberanía formal es un espejismo frente a la soberanía imperial, efectiva y real. El motor de la Historia no es sino la dialéctica entre Estados de rango imperial.
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