Ir al contenido principal

Spinoza y la necesidad del Estado (E4,47,sc2)

(...) 

Conviene decir algo acerca del estado natural y el estado civil del hombre.
Cada cual existe por derecho supremo de la naturaleza, y, por consiguiente, cada cual hace por derecho supremo de la naturaleza lo que de su naturaleza se sigue necesariamente, y, por tanto, cada cual juzga, por derecho supremo de la naturaleza, lo bueno y lo malo, y mira por su utilidad de acuerdo con su índole propia (ver Proposiciones 19 y 20 de esta Parte), y toma venganza (ver el Corolario 2 de la Proposición 40 de la Parte III), y se esfuerza en conservar lo que ama y en destruir lo que odia (ver Proposición 28 de la Parte III). Pues bien, si los hombres vivieran según la guía de la razón, cada uno (por el Corolario 1 de la Proposición 35 de esta Parte) detentaría este derecho suyo sin daño alguno para los demás. Pero como están sujetos a afectos (por el Corolario de la Proposición 4 de esta Parte) que superan con mucho la potencia o virtud humana (por la Proposición 6 de esta Parte), son por ello arrastrados a menudo en diversos sentidos (por la Proposición 33 de esta Parte), y son contrarios entre sí (por la Proposición 34 de esta Parte), aun cuando precisan de la ayuda mutua (por el Escolio de la Proposición 35 de esta Parte). Así pues, para que los hombres puedan vivir concordes y prestarse ayuda, es necesario que renuncien a su derecho natural y se presten recíprocas garantías de que no harán nada que pueda dar lugar a un daño ajeno. Cómo pueda suceder esto —a saber, que los hombres, sujetos necesariamente a los afectos (por el Corolario de la Proposición 4 de esta Parte), inconstantes y volubles (por la Proposición 33 de esta Parte) puedan darse garantías y confiar unos en otros— es evidente por la Proposición 7 de esta Parte y por la Proposición 39 de la Parte III. A saber: que ningún afecto puede ser reprimido a no ser por un afecto más fuerte que el que se desea reprimir, y contrario a él, y que cada cual se abstiene de inferir un daño a otro, por temor a un daño mayor. Así pues, de acuerdo con esa ley podrá establecerse una sociedad, a condición de que ésta reivindique para sí el derecho, que cada uno detenta, de tomar venganza, y de juzgar acerca del bien y el mal, teniendo así la potestad de prescribir una norma común de vida, de dictar leyes y de garantizar su cumplimiento, no por medio de la razón, que no puede reprimir los afectos (por el Escolio de la Proposición 17 de esta Parte), sino por medio de la coacción. Esta sociedad, cuyo mantenimiento está garantizado por las leyes y por el poder de conservarse, se llama Estado, y los que son protegidos por su derecho se llaman ciudadanos. Por todo esto, entendemos fácilmente que en el estado de naturaleza no hay nada que sea bueno o malo en virtud del común consenso, dado que todo el que se halla en el estado natural mira sólo por su utilidad, y conforme a su índole propia, y decide acerca de lo bueno y lo malo únicamente respecto de su utilidad, y no está obligado por ley alguna a obedecer a nadie más que a sí mismo. Por tanto, en el estado natural no puede concebirse el delito Pero sí, ciertamente, en el estado civil, en el que el bien y el mal son decretados por común consenso, y donde cada cual está obligado a obedecer al Estado. El delito no es, pues, otra cosa que una desobediencia castigada en virtud del solo derecho del Estado, y, por el contrario, la obediencia es considerada como un mérito del ciudadano, pues en virtud de ella se le juzga digno de gozar de las ventajas del Estado. Además, en el estado natural nadie es dueño de cosa alguna por consenso común, ni hay en la naturaleza nada de lo que pueda decirse que pertenece a un hombre más bien que a otro , sino que todo es de todos, y, por ende, no puede concebirse, en el estado natural, voluntad alguna de dar a cada uno lo suyo, ni de quitarle a uno lo que es suyo, es decir, que en el estado natural no ocurre nada que pueda llamarse "justo" o "injusto", y sí en el estado civil, donde por común consenso se decreta lo que es de uno y lo que es de otro. Por lo que es evidente que lo justo y lo injusto, el delito y el mérito son nociones extrínsecas, y no atributos que sirvan para explicar la naturaleza del alma. Pero de esto ya he dicho bastante.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Brevísimo diccionario: Patria. Nación. Estado. Patria.

Nación, Patria, País, Estado. Hay una confusión con estos términos que impide entender nada. La principal labor de la Filosofía es distinguir, aclarar. No confundir o engañar. La Patria es tierra, territorio, suelo. La tierra donde están enterrados padres y abuelos. La Nación siempre refiere a las gentes. En latín, "natio" es "nacimiento"; por eso se habla de "nación de los dientes" o "nación de la oveja". También se habla de nación en sentido étnico (los gitanos hoy en España es la única nación étnica pura), o nación en sentido histórico (los españoles, en el Quijote), y por último, tras la Revolución francesa, se habla de nación política (vinculada ya con el Estado). El Estado a menudo se confunde con el poder. Pero no; es el territorio, con fronteras y con leyes, dentro del cual existe el poder (estructuras de mando y obediencia) y pueden desarrollarse las economías (la economía siempre es economía política, depende de regulaciones o i...

Dos breves apuntes para el 8M

Dos precisiones sobre el 8M. 1) Las mujeres no forman una clase atributiva, sino una clase distributiva (biológica). Por eso hay hombres esclavos y explotados, y mujeres ricas y explotadoras. Corolario: por sí misma la condición sexual no dice nada de la condición social. 2) los sistemas patriarcales o androcéntricos no son fruto del prejuicio ni de la irracionalidad machista, sino de razones materiales, efectivas y reales: cuidado de la prole, embarazos; fuerza muscular del hombre para ciertas funciones, etc. Una vez superadas ciertas condiciones técnicas y económicas pueden ser transformados esos sistemas androcéntricos, como ha pasado y está pasando en países como España, Francia o USA (pero no en Irán o Arabia Saudí).

Sobre el HEROÍSMO

Sobre el HEROÍSMO.  No es un héroe el que ha leído mil libros cómodamente en el sofá, ni el cultureta cinéfilo, ni tampoco el que ha viajado a Tailandia y medio mundo. Ni siquiera el poderoso, ni el que ha conseguido amasar una fortuna. Es un héroe el que siempre dice la verdad. El que nunca se queja y en su lugar vive agradecido. Aguanta los impulsos de la carne y se abstiene de ellos cuando quiere y sin sufrimiento. El que vive sin miedos. El que no entra en cólera, sino que perdona con dulzura y paciencia. El que ayuda sin esperar premios.