Solo el Estado salva.
"El hombre que se guía por la razón es más libre en el Estado, donde vive según leyes que obligan a todos, que en la soledad, donde sólo se obedece a sí mismo" (E4, 73).
El hombre, según Spinoza, es más libre en el Estado que en la soledad, donde no puede enfrentar todos los peligros ni puede disfrutar de las ventajas de la vida en comunidad y en sociedad. En efecto, el hombre en estado natural no tiene más derechos que los que la fuerza de cada cual (individuo o grupo) pueda imponer arbitrariamente a otros (individuos o grupos). Por eso, siempre es mejor vivir en una sociedad política (civitas), donde hay unas leyes (todo Estado es Estado de derecho) y unas normas que los gobernantes (poder ejecutivo) hacen cumplir a los ciudadanos. Ahora bien, esa seguridad que proporciona el Estado, y las ventajas de la vida en común son necesariamente acompañadas con unos deberes para con el Estado: cumplir, obedecer las leyes. Es decir, los derechos que otorga el Estado y los deberes (obediencia) son dos caras de la misma moneda.
En nuestros días, en la sociedades occidentales, la infantilización eticista lleva muchos a entender que solo tenemos derechos, pero no deberes.
¿Quiere eso decir que la obediencia debe ser ciega o incondicionada en el Estado? Aquí está, tal vez, la diferencia entre Spinoza y Hobbes. Para ambos, como, a fin de cuentas el derecho no es otra cosa que la codificación (en normas y leyes) de la fuerza, el Estado podrá aplicar la fuerza y hacer cumplir las normas por propio derecho (por tener la fuerza de imponer). Ahora bien, para Spinoza (Ep.50), los ciudadanos no dejan de tener su propio conatus, sus propios intereses y afectos. Es decir, en Spinoza no desaparecen, pero sí en Hobbes, los vectores ascendentes (que diría Gustavo Bueno) y, de hecho, es bueno, dice en el TTP, reconocer la libertad de credo (Estado aconfesional) y la libertad de expresión (cuyos límites son precisamente no llamar a la rebelión o la sedición). Y en este sentido podría decirse que Spinoza prefigura el liberalismo.
No hay un Fin de la Historia, ni un Estado per-fecto, sino una dialéctica entre sociedades políticas, que son enemigas por naturaleza (Cf. TP), salvo alianzas interesadas y transitorias. No hay milenarismo alguno, progreso indefinido, ni emancipación total de ninguna clase. El hombre es más libre en el Estado que en soledad. Un Estado será más fuerte cuantas más libertades y seguridades sea capaz de otorgar, pero también cuanto más y mejor haga entender que los derechos van unidos a deberes, y será más fuerte también cuantas mejores alianzas geopolíticas tenga y mejor funcionen sus fuerzas de seguridad y ejércitos.
El Estado es la única tabla de salvación que le queda al hombre frente a los miles de peligros de un Estado frágil o en quiebra.
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