Todos somos filósofos. Todos tenemos un mapa del mundo donde situamos las Ideas acerca del Bien y del Mal, del Origen del Mundo, del Estado, de la Ciencia o de la Familia. Y con esas Ideas movilizamos la acción, actuamos. Todo lo que hacemos está con-causado, co-determinado, según esas Ideas y según determinantes causales de variada índole: geografía, clima, genes, familia o circunstancias concretas del momento.
Los mapas del mundo se recortan a escala de sociedades políticas, religiones o Imperios.
Una de esas Ideas es la de Pecado Original, propia del judeocristianismo, y común, por tanto, a las tres religiones del libro. Puede sonar mitológico, pero no hay que olvidar que todo mito tiene su logos, su lógica, su funcionalidad, su sentido.
Pues bien, el Pecado Original nos dice que todos los hombres nacemos con el Pecado, es decir, con tendencia al mal. Y que la conquista del "bien" o la "felicidad" ha de ser un proceso de lucha constante por vencer esa inclinación.
¿Dónde está el logos, la racionalidad funcional de este mito?
Hay muchas. Sacaremos algunas.
1. Contra el paido-centrismo: El niño no es ningún dios al nacer. Nace con inclinaciones, afectos malos y egoístas que hay que educar, transformar con cierto esfuerzo y sacrificio. El niño y sus caprichos no deben de ser el centro de atención de padres, profesores o abuelos. Educar no es empujar, pero eso no quiere decir que todo gire alrededor de la voluntad caprichosa del mozo. Las implicaciones en las teorías pedagógicas o en la educación de las familias son enormes.
2. Contra el Mito de la Felicidad. La Felicidad se dice de muchas maneras (Gustavo Bueno tiene un imprescindible tratado sobre este mito). Hoy predomina en Occidente el mito de la Felicidad canalla, es decir, del placer pasajero e inmediato. De acumular muchas y variadas experiencias, frente a un modelo de felicidad ligado a la paciencia, a la virtud. En efecto, la virtud es un proceso de conquista, pues todos nacemos con inclinaciones, con afectos tristes, con egoísmos... que solo se pueden ir curando con una atención y ejercicio constantes. Nunca se podrán dominar todos los afectos malos, pero se puede ir mejorando cada día en el camino de la virtud. Para los estoicos o Spinoza nadie era sabio, sino que la sabiduría era un modelo moral al que tender.
3. Contra los milenarismos o la Paz en la Tierra. Hay muchas ideologías que al negar el Pecado original caen en el mito de la Cancelación de la Historia: habrá un día en el que el Estado se extinga, no habrá represión, no habrá guerras, no habrá ricos y pobres. Habrá una cierta armonía: el hombre por fin será hombre. Este mito, muy utilizado en el siglo XX sea tal vez el más peligroso. No existe la Humanidad como unidad política. La unidad del género humano es biológica, pero en el campo de lo político, los hombres se organizan en torno a Estados, en competencia mutua y en polémica constante. Compiten por unos recursos finitos, por unos privilegios no compatibles. Es cierto que hay alianzas transitorias, Tratados comerciales y treguas. Pero nada hace pensar que la unidad polémica en que consiste la Historia vaya a desaparecer o relajarse. La última globalización (la primera fue la de Elcano hace 500 años) no ha rebajado la competencia entre Estados. Es más, ahora hay más rivalidades que nunca: basta mirar las relaciones entre EEUU, China o Rusia, las tres grandes potencias geopolíticas.
Para curase el mito del milenarismo nada mejor que leer el TP de Spinoza. O a Gustavo Bueno en su Vuelta a la Caverna.
En el fondo, es el mito luminoso del Pecado Original el que nos salva de estos peligros.
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