¿Se puede hablar del amor, hoy en día, sin caer en subjetivismos caprichosos? ¿Sin perderse en gustos, opiniones, y banalidades? Es decir, ¿Se puede hablar desde una filosofía materialista (no subjetivista, ni Idealista, ni espiritualista) del amor? Intentémoslo.
La referencia obligada (¿y definitiva?) es Spinoza. El amor es la alegría acompañada de la idea de una causa exterior (laetitia, concomitante idea causae externae, E3, 13 sc.). La alegría no es algo opinable, caprichoso, sino que es un evento ontológico: alegrarse es aumentar la propia potencia, es auto potenciarse. Alegrarse implica un crecimiento ontológico, un arraigo (siquiera transitorio) del ser. La esencia de todas las cosas es el conatus, es decir, el deseo, o esfuerzo, por mantenerse en la existencia y aumentar la propia potencia. En el hombre, esta ley inexorable de toda cosa, de todo ente (de todo modo, mejor) se concreta en deseo consciente. El hombre, sería, por tanto, una cosa que desea, que se esfuerza por arraigar y aumentar su potencia conscientemente. Somos conscientes de lo que nos alegra (y entristece, es decir, desarraiga, despotencia). Eso no quiere decir que esos deseos conscientes, esos apetitos, provengan de una especie de libertad del espíritu o libre albedrío. En el libro tercero de la Ética, Spinoza se dedica a estudiar los mecanismos objetivos del amor (más precisamente: de la alegría, la tristeza, y el deseo). No hay cajas negras: todos los afectos humanos son entendibles, estudiables. No hay capricho posmoderno, pero tampoco complejos freudianos secretos.
Se pueden definir clara y distintamente afectos como la esperanza, el miedo, el arrepentimiento o el odio. También de pueden conocer las implicaciones e involucraciones de afectos. La esperanza, por ejemplo, es inseparable de cierto miedo. El primer paso para liberarse de afectos malos (tristes, o alegres con exceso) es conocerlos.
Ahora bien, sentado que el amor es un afecto con resonancias ontológicas, ¿se pueden distinguir clases? Spinoza distingue tres clases de amor según los géneros de conocimiento.
1) Amor Imaginativo. Es el amor descrito en el libro tres. El amor pasional, los apegos cotidianos. Los gustos. Tienen exceso, y tienen contrarios. Pero pueden moderarse mediante el conocimiento de los mismos (E5, 1-20).
2) Amor erga Deum. Vinculado al segundo género de conocimiento (Ratio). Es el amor racional, es decir, el amor a la verdad. En términos absolutos, nada puede satisfacernos sino la verdad (E4, cap. 32). Es el gozo intelectual del matemático que entiende un teorema. O, también, el llamado goce "estético" (racional, objetivo) de las artes sustantivas.
3) Amor Dei Intellectualis (E5, 32, cor.). Es el más problemático de definir. Vinculado a la Intuitio. No es un amor místico, secreto, dependiente de la gracia de un dios. Sino un amor vinculado a cierta experiencia (racional) de eternidad. Es, parece, la alegría de contemplarse Sub specie aeternitatis, desde una perspectiva de eternidad. Saber, entender, que todo se produce por el indomable decreto del ser perfectísimo (Epístola 21). Saber que la única armonía que existe es la necesidad con la que todo ocurre.
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