Sin la experiencia de la demostración, sin la norma de verdad (E1, Ap.) que nos ofreció la geometría -clave de toda la filosofía griega-, esto es, el estudio de la esencia y propiedades de las figuras (ojo, y no del "universo" al modo adecuacionista), el hombre no habría salido jamás del reino de la imaginación, y habría estado siempre preso, de algún modo, de los engaños de las ideas inadecuadas. Por ejemplo, no tendría manera de saber que el Sol que percibo cerca de mí, a unos cientos de metros, en realidad está a miles de kilómetros. La imaginación no nos sumerge necesariamente a perpetuidad en un Mundo de penas y tristezas, pero sí en la ignorancia de la verdad y de los frutos de esta. Por decirlo con metáfora platónica, no saldríamos de la caverna. Pero también hubo profetas que, sin saber demostrar que los ángulos de triángulo suman dos rectos, enseñaron que la buena vida consistía en el amor a Dios (sive Natura sive Substantia) y en el ejercicio de la caridad y la justicia (es una de las tesis básicas del TTP). Ahora bien, la única manera de alcanzar algo parecido a la felicidad humana (via salutis) viene de la mano de la razón. Sin la Ratio no se puede escribir la Ética, ni conocer, la via salutis.
La Ratio, la razón, por tanto, cuya génesis el hombre encontró en la experiencia de la demostración, nos da otra unidad de medida (otra norma de verdad, distinta de la norma de verdad de los fines, del antropomorfismo, E1 Ap.) del mundo que nos rodea y del que formamos parte. Después, el conocimiento por causas, claro y distinto, configura otras parcelas de la "cartografía" del saber humano.
En cuanto a la Intuitio, habría que decir que no hay el hiato que sí había entre Imaginatio y Ratio. En el fondo, la Intuitio no deja de ser conocimiento racional, pero tiene un carácter más global y directo.
Comentarios
Publicar un comentario