En los Encuentros de Filosofía de Oviedo, del año 2010, Gustavo Bueno contaba (creo que en la lección de clausura) cierta anécdota interesantísima pero que ha pasado desapercibida.
Decía que en los años de moda del existencialismo había ciertos alumnos que iban a su despacho con aires nihilistas, con supuestas intenciones de suicidio, etc. Pues bien, Don Gustavo agarraba inmediatamente los Elementos de Euclides, y le decía al individuo en cuestión: "estudia esto, y si cuando lo hayas hecho aún te quieres suicidar te doy yo la pistola". Brillante.
Es decir, no hay nada mejor para sacudir el horror vacui como sumergirse en el reino de la objetividad; de la profundidad y belleza geométricas. Nadie que haya pasado por los Elementos y haya entendido algunas construcciones (I. 47, III. 31, IV. 2, etc.) puede querer suicidarse. Creo que algo parecido debió también querer decir Spinoza en su libro V de la Ética y en el sub specie aeternitatis.
Otro corolario desolador es que, precisamente, en la Escuela secundaria (y en la universitaria) se ha dejado de lado por completo el estudio de los Elementos de Euclides y de la Geometría clásica. Los alumnos suelen aborrecer con cierta razón las Matemáticas y, en cualquier caso, sin Euclides, su formación nunca será completa, profunda, ni buena.
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