“¿Es posible defender, en los comienzos del siglo XXI, la vigencia de la oposición entre izquierdas y derechas, o de las izquierdas existentes, o será necesario esperar a una séptima generación de izquierda capaz de tener algo que hacer y que decir ante una Humanidad de más de seis mil millones?
Desde las coordenadas de este libro habría que afirmar que esa hipotética generación de izquierda no podría en ningún caso constituirse en una sociedad política de escala local, regional o estatal. Necesariamente, su plataforma habría de ser continental y supranacional. Pero al mismo tiempo la sociedad en la que esta séptima generación pudiera formarse habría de ser lo suficientemente homogénea, una homogeneidad que no se puede improvisar, porque habrá de ser el fruto de un largo proceso histórico, en el que se ha podido forjar un idioma y una cultura comunes a cientos de millones de hombres. Esto excluye a Europa como plataforma de un proceso semejante. La Europa ampliada resulta ser un mosaico de Estados e intereses tan heterogéneos, inmersos en una privilegiada atmósfera de bienestar de cuño capitalista, cuya unidad puede mantenerse sólo en función de su solidaridad especialmente mercantil, contra terceros.
Las grandes unidades históricas y culturales en las que está hoy repartido el Género humano, aquellas cuyo volumen supera los cuatrocientos millones de habitantes, son las siguientes: el Continente anglosajón, en donde está asentado el único Imperio universal hoy realmente existente; el Continente islámico, que se mantiene totalmente al margen de la distinción entre izquierdas y derechas, tal como ella se formó en Europa; el Continente asiático, continuador de la sexta generación de izquierda, y que acaso es el verdadero antagonista, mayor aún que el Islam, para el imperialismo norteamericano; y el Continente hispánico, que muchos consideran como una plataforma virtual cuyo porvenir, por incierto que sea, no puede ser descartado en cuanto al papel que pueda jugar en el futuro en el concierto universal.
No cabe hablar por tanto de ninguna globalización como proceso que estuviera impulsado por el “Género humano”. La globalización sólo puede hacerse desde alguna parte de la Humanidad con capacidad para ello, y según sus intereses. En nuestros días la globalización es el nombre que ha tomado, tras la caída de la Unión Soviética, la mundialización promovida por el imperialismo de Estados Unidos.
La izquierda surgió hace doscientos años en Europa como un proceso de racionalización dirigido a la globalidad del Género humano. Este proceso experimentó una inflexión y un repliegue decisivo con la caída de la Unión Soviética. En nuestro presente es imposible admitir que el proceso de racionalización de la Humanidad haya avanzado tanto y de modo armónico, como algunos optimistas quieren creer. La miseria y la pobreza de muchos pueblos, por un lado, y la superstición, el vudú, el tarot, los horóscopos, las falsas creencias y la ignorancia en creciente aumento en el seno de las propias sociedades del bienestar, obligan a concluir que la historia está muy lejos de haber llegado a su fin.
Nadie sabe lo que va a ocurrir en el próximo milenio, y por eso lo más peligroso es la existencia de individuos, grupos, iglesias y partidos políticos, de izquierdas o de derecha, que creen estar en posesión de la “ciencia media” sobre el porvenir”.
Gustavo Bueno, 31 diciembre 2002, colofón a El Mito de la izquierda.
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