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¿Contra la soberanía nacional?

Aleixandre Lago Barcala escribe un artículo que busca "el abandono del concepto de soberanía nacional de la vida política", entendiendo por soberanía "la capacidad de decisión legítima de una sociedad política sobre sus miembros, sus fronteras y sus recursos, como una instancia absoluta, que podría dictar la ley desde una pura decisión, sin someterse a restricciones humanas ni divinas". 

Desde el Materialismo Filosófico de Bueno (o el de Spinoza, vid., Ep. 50), desde luego, no se entiende de ese modo el concepto de soberanía (ver J.M. Bravo). Primero, porque en ninguna sociedad política hay "instancias absolutas", ni existe nada parecido al "totalitarismo". Para Bueno no hay un solo poder político (véase, por ejemplo, el diccionario de Pelayo, y las referencias que se dan allí), sino nada menos que 18, de los cuales 9 pertenecerían a la armadura reticular (vectores descendentes) que son poderes tales como el ejecutivo, legislativo, planificador, militar o diplomático; y hay otros 9 poderes que pertenecerían a la armadura básica (vectores ascendentes) tales como el fraude, la tributación, la huelga, el cumplimiento con el servicio militar o la deserción, etc. Todos estos poderes, que forman un conjunto de contrapoderes, y que se canalizan a través de distintas instituciones objetivas, son inherentes a toda sociedad política. 

Pero, además, tampoco existen esas instancias absolutas desde otro punto de vista: la dialéctica de Estados. Ninguna sociedad política vive hoy aislada, sino en co-determinaciones mutuas, y unos Estados influyen sobre otros, a través de alguno de los 18 poderes, y hacen que una sociedad política dirija un rumbo u otro (cambiando leyes; importando mercancías o exportando con aranceles; o propagando el estudio de una lengua o el uso de cierta red social).

El concepto de Nación política, más bien, tiene que ver más bien con la izquierda revolucionaria francesa, donde los privilegios por razón de clase o sangre no debían determinar la igualdad ante la ley o de oportunidades. Y eso es precisamente lo que hoy, paradójicamente, las izquierdas españolas han abandonado. Hay muchos tipos de desigualdades: por ejemplo, si hablas una lengua regional tienes muchos más derechos y oportunidades laborales en la función pública (no solo privada). Si eres policía o profesor, cobrarás en función de dónde vivas. Se tributa menos en unas Comunidades Autónomas que en otras. Los políticos o la Corona tienen privilegios judiciales, o hay asimetrías en las leyes en función del sexo.

Lo grave no es que haya grupos que busquen aumentar sus privilegios, sino que las llamadas izquierdas españolas hayan abandonado definitivamente la lucha por la igualdad en sentido político. La llamada de Lago Barcala "contra la soberanía" no es sino la plasmación de esta claudicación.

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